Las olas y el BodyBoard

El pasado sábado pude disfrutar de un buen baño cogiendo olas en la playa de La Garita, y eso me ha dado a pie a publicar el siguiente post en el que os cuento un poco las nociones del deporte del que disfruto como un verdadero enano desde hace dos años aproximadamente gracias a un gran amigo.

El bodyboard moderno, tal como lo conocemos hoy en día, fue inventado por Tom Morey en 1971, mientras estaba en la isla de Hawaii.

Lo único que se necesita para practicarlo es un bugui y un par de aletas. El tamaño del bugui no es crucial, los más pequeños son mejores para las personas de baja estatura y viceversa. El largo óptimo puede definirse si el bugui apoyado en el suelo llega al ombligo.


La técnica básica es relativamente fácil. Cuando se empieza a remar, la cabeza y el pecho no deben tocar el bugui y las caderas deben tocar el borde trasero del mismo. Es más eficiente mantener las aletas bajo el agua mientras se patalea, y cuando se coge una ola los codos deben mantenerse apoyados en el bugui.

Remar cuando las olas son grandes puede ser agotador ya que podemos ser arrastrados cuando éstas nos desbordan. Un método efectivo para evitar el empuje de la ola es hacer el llamado pato, sumergiéndonos bajo la ola. Para ejecutarlo, uno debe apoyarse con fuerza sobre la parte delantera del bugui, hundiéndolo bajo el agua con los brazos casi extendidos; al mismo tiempo se debe usar una rodilla para empujar la parte trasera bajo el agua. Tanto el bugui como nuestro cuerpo deben estar lo más sumergidos que nos sea posible.

Éstas son técnicas muy básicas para principiantes y aunque algunos consideran que el bodyboard es mucho más fácil que el surf, lleva el mismo tiempo convertirse en experto en cualquiera de los dos deportes.


El bodyboard no es sólo diversión, también es un muy buen ejercicio. Este deporte fortalece los brazos, piernas, caderas y abdomen. El bodyboard aclara la mente de pensamientos estresantes y puede ser disfrutado por cualquiera, sin miedo aunque con mucho respeto al mar.

Ojalá se decidan a probarlo, o a retomarlo si algún fatídico día de vuestras vidas se decidieron a abandonarlo o a no seguir intentándolo, a mi, sin exagerar demasiado, me ha cambiado la vida.