Semanas deseando que llegase el gran día, horas deseando llegar a meta, saborear la gloria y acabar con el sufrimiento, y ahora... todo un año deseando que vuelva.
Ese es el mejor resumen que puedo hacer de mi experiencia en la
Transgrancanaria Sur-Norte de 96 km, y es que siempre he sido algo más demonio que ángel, así que parece que en el infierno me encuentro bastante a gusto.
Aunque por suerte las sensaciones siempre fueron positivas durante las 21 horas que duró el paseo, nunca me vi finisher hasta que empecé a bajar por la carretera del agua de Firgas, y es que a alguna que otra mala experiencia pasada, se unió mi crónico dolor en el empeine del pie izquierdo, lo que por otro lado ayudó a que otros se lo pasaran muy bien comparándome con
Chiquito de la Calzada... :P
Haciendo un repaso por el recorrido...
La arena de las playas del Inglés y Maspalomas se me hizo bastante larga y pesada, sobre todo para ser el principio de la carrera. Marea llena y poca arena dura, lo que no ayudaba nada a avanzar un poco más rápido. Menos mal que el sistema anti-arena aguantó perfectamente.
El canal de la Charca de Maspalomas, por contra, se me pasó bastante rápido, a lo que ayudó mucho el que bajáramos algo más adelante de lo que pensaba y toda la gente que estaba por allí animando.
La pista de Fataga hasta Ayagaures, tranquilita, algún que otro trote y mucho caminar, salvo la bajada final en la que empieza a llover de lo lindo y toca un poco la moral. Me quedo atrás poniéndome el chubasquero, alcanzo a
Abián y
Arturo y los hago entrar en razón, y menos mal. Avituallamiento incómodo, pero bastante rápido.
En el camino hasta Tunte, mientras subimos,
Abián nos confirma el mal presagio que le habían dado sus gemelos anteriormente y no va nada cómodo, así que nos lo tomamos con relativa calma, aunque sin parar, que nos congelamos... En la bajada nos alcanzan
Edu y
Fede, y llegamos juntos hasta la plaza, donde por fin podemos comer algo mucho mejor que las barritas y los geles. Estamos cansados, pero el panorama mejora muchísimo con el amanecer y la tregua que nos daba la lluvia hasta bastantes horas después.
La subida hasta Cruz Grande se me pasa volando con
Fede, aunque no le confesé nada de la
patada en el culo que le estaba dando en ese preciso momento a los fantasmas de mi pasado, y es que en 2008 me retiré en Tunte, después de arrancar y venirme abajo pensando en lo que se me venía encima.
En el camino de la Plata,
Fede sigue con
Edu, y yo me quedo con los míos,
Arturo sube como un avión, y
Abián, a pesar de su calvario particular, sigue dándonos muy poco margen. En ese punto me sorprende sinceramente que lo llevemos tan bien.
Pero quedaba la que para mi fue la parte más dura del recorrido, la subida hasta el Pico de las Nieves, y
sus famosas bolas... Al punto más alto de la isla no se podía llegar de otra manera, pendientes cortas pero muy intensas. Me acuerdo por enésima vez de mi amigo
Toni, pongo
su canción, y me animo, eso está hecho.
Y desde ahí hasta el Garañón, que escuchábamos desde hace rato, y a dónde soñábamos llegar para cambiarnos de ropa y quitarnos esos calcetines mojados que a más de uno nos dejaron unas bolsas como las de los
Munchitos. Aquí también volvimos a coincidir con
Edu y con
Fede, además de con algunos pros, como
Lizzy Hawker (ganadora femenina) y
Gilberto Molina (octavo y canario mejor clasificado), y pudimos disfrutar de un caldo calentito y de un excelente plato de pasta, entre otros muchos aperitivos. Por último, y tras una ligera espera, también llegaron
Ángeles y
Guacimara para animarnos con sus palabras y sonrisas, no sin antes hacernos saber la carita que llevábamos, y es que menos mal que sabemos lo mucho que nos quieren, porque si no, quién iba a seguir a tres
tarados como nosotros.
Para Teror que nos vamos, y ahora, al ir bajando, es
Arturo el que no va cómodo, entre otras cosas porque no le gusta caerse,
como si a los demás nos alegrase la vida... ;o) Y yo en lugar de quedarme con lo mejor de cada uno,
Arturo en las subidas y
Abián en las bajadas, me quedo en el medio, para ir siempre sufriendo. Por otro lado, en este tramo también mi cuerpo dijo basta y realicé la primera de mis dos paradas técnicas,
a ver si me encontraba con algún lindo gatito por allí... :P
Último avituallamiento sólido delante de la iglesia, nuevamente con la mejor de las compañías para recargar pilas. Sólo quedan 24 km. pero ya no corremos, y nos quedan las duras subidas de Osorio y Los Giles, además del maravilloso Barranco de Tenoya. Lo tenemos a tiro, pero con 72 km en las piernas quién se atreve a vender la piel del oso...
La zona es preciosa y Osorio se hace hasta llevadero, pero al poco de bajar de allí vuelve a llover y el camino hasta la entrada al Barranco de Tenoya se hace impracticable. Vamos muy despacio y aún así creo que
todos tocamos el suelo alguna vez, sin contar con que
las zapatillas pesan el triple.
Entramos irremediablemente en el barranco del trillón de piedras y decidimos tomárnoslo con paciencia y filosofía, y ¡qué remedio! Cuando el ánimo empieza a decaer, se me ocurre celebrar
la merienda fiesta del jamón serrano, con el permiso de
Abián, que fue el que se los curró, y
me sabe a gloria bendita, además de hacerme olvidar algunas penas, que a esas alturas ya no eran precisamente pocas. La noche se nos venía encima, pero por suerte conseguimos salir antes, que si no, chiquita faena.
De camino a Tenoya, hablo un poco con
Jose por teléfono que se me asusta un poco al saber que sigo en carrera y decide no darme mucho la lata, aunque no me hubiera venido del todo mal que se quedara un ratito más. Una vez en la iglesia, sorpresa, sorpresa, último avituallamiento líquido con un grupito de gente muy animosa y animada, y sobre todo, con más comida... ;o) Aquí también empiezo a creérmelo un poco, el sueño estaba al alcance de mis manos...
Pequeñita, pero muy dura subida a Los Giles, mucha más lluvia, noche cada vez más cerrada, frío... pero también más gente animando, y algunos compañeros de la prueba reina, así que tiramos pa'lante que para eso habíamos venido. A estas alturas estaba desesperado por llegar porque la lluvia me estaba matando, ya que según parece nuestras neuronas se habían ido de vacaciones, y en un alarde de inteligencia pasamos de ponernos el chubasquero.
Metros finales, debatimos la llegada, intentaríamos correr en la entrada a meta, llamo a
Ángeles, esta vez lo consigo cariño, no me lo creo, creo que voy a llorar, no lo hago,
Abián nos confieza lo mal que lo ha pasado, el sabor se me agria un poco, para mi suerte me encontraba genial, y así estuve casi toda la carrera, por qué no podremos intercambiar fuerzas y/o sensaciones en esos momentos... La policía nos da paso, cruzamos la carretera,
escalamos la valla protectora, empezamos a trotar, vemos la meta, queda poquito, 30 segundos para 21 horas, hago un chiste, buscamos a las niñas, yo las encuentro,
Abián y
Arturo hacen sonar la llegada a meta, le planto un beso a
Ángeles y los hago volver, más besos, subimos juntos la rampa, fotos, más fotos, alegría, pelos de punta, se acabó.
Los sueños se hacen realidad, pero no se olviden de que hay que ponerle mucho empeño... ;o) La satisfacción es enorme, y sin ruborizarme puedo decir, que
me siento muy orgulloso de mi.
Y ahora... ¿a descansar? Ni hablar, nunca había tenido tantas ganas de seguir adelante con todo este maravilloso infierno, y ahí está la
Transvulcania, a la vuelta de 2 meses, ¿alguién se anima? Y ya queda menos de un año para el más y mejor, nuevamente aquí, en mi extraordinaria
Gran Canaria.